domingo, 20 de marzo de 2011

Vienes a mi encuentro padre





Vienes a mi encuentro padre  con una brisa.
No sabes la sombra que acechó mis días,
las noches amargas, las manos vacías,
el alma rota y una larga herida

Me apresuré al vacío de lo inconmensurable,
a los vastos espacios de la incertidumbre
Me hiciste roca y me hice aire
Volaba raso como humo sin lumbre

Me desperté en un entierro de gaviotas
Me hice barro entre las manos de la gente
Soñé que te hablaba y no me oías
Escuchaba tu voz y se desvanecía

Mis ojos hicieron mares las avenidas
Planifiqué mi vida en jornadas infinitas
Agoté recursos, esquemas, utopías
Busqué la luz entre las llagas y casas vacías

Todo era tiempo abnegado, corrosivo, abyecto.
Sangraban los sueños en los relojes,
y los párpados cerrados se hicieron plomo de silencio,
sentí el vacío en mis zapatos y el dolor de los destierros.

Llegó la luz de mis hijos a verte un día,
gritaron azules las mañanas oscuras,
la primavera de los trigos y los sarmientos
y una estrella de madrugada se fugó apagada con el viento.

Aún camino padre por el mismo sendero.
Ya no habitan palomas bajo la lluvia de los aleros.
Ya me sentí como Ché en su jaula  dorada,
aquél a quien mató un amor farsante y traicionero.

Me niego a las soledades,
a las tinieblas me niego.
Reniego de los sofismas
de unos amores de los que fui ciego.

No, nada espera tu regreso en ninguna calle.
La yerba crece en tus manos de tierra y minerales.
Quizás un día cuando al inverso despierte,
seas leyenda de otros confines allende yo no sea nadie.
       
Yo aún te pienso, tú bien lo sabes.  




                                 

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