Era lo azul contra el hastío.
Su desnuda piel contra la mía
La asíntota perfecta de la locura
en su dulcísima y deshecha boca
El gemido frágil
sobre la noche silente
Yo que bebía de sus ojos tristes,
y que en ella me hundía profusamente,
entre labios carnosos y entregados,
hasta su océano ígneo insondable
La caricia dolorosa
El susurro de la carne.
Yo moría por vivirle,
por prenderle y contagiarle
de pasión voluptuosa
¡Qué rosa de sangre cercenaba el aire!
De su boca nacíó la noche
cuando el silencio apuñaló la tarde.
Cayeron hojas desde su pecho,
y en sus ojos impregnables
se prendieron dagas
de tanto mirarle.
… de tanto mirarle.
No hay comentarios:
Publicar un comentario