sábado, 1 de diciembre de 2018

En plenilunio, mujer





En las lomas de tu pecho soy
embrionario licántropo
bebiendo leche de lunas
con fiereza de febril ternura

En plenilunio de tu pecho, mujer,
soy de la bestia la criatura

Turgente deseo y a oscuras
hundido en tu arcilla blanca
clavando en tus dulces olas
susurros, dientes, garras

En plenilunio de tu vientre, mujer,
este lobo indecente te ama

Este demonio en insomnio que
desnudo te aúlla y te reclama
con su indómito corazón
de irracionalidad temprana

En plenilunio de tu pecho, mujer,
soy de la bestia la criatura
bebiendo leche de lunas
con fiereza de febril ternura






Me río





Me río del maleficio

De las ganas de huir de su tiniebla

Me río de la palabra destino

Como del amor insidioso y escurridizo

de quien jamás me amó

Y siento unas ganas terribles

de melancolía en lo perdido

Aun así, a veces me río

Con la lluvia en la cara

Con la vergüenza en la cara

Con la duda y el miedo

Con el barro interminable del olvido

Me río

Dulcemente

Tristemente

Apasionadamente

Colgado en los cristales

de esta ciudad sombría

Lejana

Fría






Faro en su bahía





Violonchelo que en la tarde...

De otoño vistes la soga

¡Qué lábil mariposa sus ojos!

¡Qué tierna fiera su boca!



Violonchelo que en la tarde...

Ciñes al cuello mi sombra

Meliflua serpiente evanescente

Inmarcesible flor libidinosa



Eres piélago en diluvio

Gritando a latidos mi nombre

Carnosa pulpa prendida

Dulce humedal y horizonte



Violonchelo que en la tarde...

Sus labios pintan melodías

Marejada entre las notas

Me hace faro en su bahía