jueves, 28 de julio de 2011

La pobreza






Llega la flagrante herida durmiente hacia nosotros
lacerando sin ojos ni compasión el alma
Busca la muerte pétrea su más terrible, febril e incisiva crueldad
para arrebatarnos el último latido

Y cae como una losa de musgo y sangre
sobre la parca lona raída de la miseria esparcida
por los más escabrosos y retorcidos subterfugios
que una mente pútrida pueda confabular.

Nos invade las avenidas de carne mutilada
por la injuria y el desprecio de los déspotas
¿Hasta cuando los hijos de los vientos
serán ultrajados y humillados por los súbditos
de esta bestia inmunda?

Los niños de piel y hueso se desvanecen
entre el escombro de las maldades y la indiferencia
La rata en el ojo y el filo romo de la rabia canina del hambre
como un gusano sin nombre los aniquila

No es el espanto de la tormenta que asola la brisa
sino el cuchillo que hiere al mundo con su lascivia expresa
No el imprevisto de la inocencia, sino la daga prendida por la cólera
y la desesperanza de los más frágiles

Proclamo al hombre que lo medite.
Que sienta la punzada sobre su pecho y el óculo sin pupila
Que se perfore el vientre y lo vacíe hasta perder el alma
en  la oquedad de sus oscuras y grises venas infinitas

La tierra brama, la tierra exhala,
La tierra desgarra su grito agónico desde los huesos  y las calles
Las uñas crujen contra la roca viva que antes fue magma,
Y se oyen cantos de niños muriendo en las aceras 

Las horas arden entre relojes rotos
sobre los ojos yertos de los que acusan hambre y chillidos de silencio
Se nos hacen viejos sobre las grietas y los espejos,
esos inocentes que lloran solos entre tugurios y desiertos

No hay más conciencia que la que siente,
ni más verdad que la que no muere,
ni más delito que el que hiere.
Se escucha el aire en las ciudades, la gente calla, la gente oculta,
la gente esconde la deseada llave

Ellos la guardan y nunca persuaden,
solo vigilan y se inculpan de necedades, se duermen  y se evaden.
La pobreza vuelve a devorar parias
ante las miradas impasibles de los que nunca fueron indulgentes

La sangre se hace río sin cauce y,
aflora el odio en los tejidos de la carne
que sucumbe a su victoria
Pero saldremos adelante, porque el olvido no nos amedrenta
y seremos libres como fuimos antes

Las calles se harán de fuego y  sucumbirán los dogmas
y las vanidades de los omnipotentes que ya serán nadie.

                                      Serán nadie

                                      Serán nadie