No
cesará la mirada de aquél instante,
sin
haberse consumido antes la vida,
porque
mi niña de bosque recién nacida,
atravesaba
el alma para salvarme
Quizás
la noche del último día yo la sueñe, y
preste
al sueño la nana sus mágicas horas, o
tal
vez yo renazca desde mi pútrida simiente,
para
estar como poema latente en su memoria
De
su bondad insondable cayó mi lágrima,
la
misma que ahogaba en su risa para hacerme libre
Ella,
lucero del alma y tranquilas aguas...,
la
niña que inventó colores para un corazón posible
Siempre
será mi luz que camina y
con
su mirada alegre y serena,
seguirá
construyendo la vida
Porque
ella es el bosque que reverdece
sobre
cualquier reseco sueño de arena
Qué bonito poema, espero que tu niña lo haya leído, porque seguro se sentirá muy orgullosa. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias Yashira. Sí, lo leyó y lo guarda con cariño, y yo orgulloso.
ResponderEliminarBesos