Sierpes en la sombra de los juncos
con la mirada de ópalos de sangre
Y un frío miedo en el campanario
de este pueblo maldito de nadie
El vórtice de la muerte venidera
arrastra las feroces y febriles tripas
Viento siniestro por calles de tristeza
con llantos de niños entre tinieblas
Aquí la piel que se desprende del sueño
Una canción infantil musita el silencio
No queda nada, solo violines de miedo
y dentro de las casas, solitarios espejos
Despojada juventud tiene la historia
de la memoria de las plazas y las fuentes
Un viejo que queda así aún lo cuenta:
Algo se los llevó más allá de los puentes
La salamandra nocturna grita en el arroyo
Mirlos en las ventanas y espectros de la tarde
Los niños de los grises y secuestrados otoños,
jamás, jamás regresamos de este oscuro valle
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