Todos los caminos
fueron uno
Todas las horas, un
minuto
Salía de Cádiz una
muralla y
en sus adarves, la
encrucijada
Llegué a la casa y todo
era sombra,
y en la sombra, la
noche de sus ojos, inmaculada
El faro se dormía en
las tinieblas
Sus manos en mis manos
se desvanecían
como espejismo de agua
Sus ojos se apagaban de
mi mente
Encendí la luz y no vi
sus besos
Sentía la lengua papel
reseco
sin sus húmedas
palabras
Quise salvarla del
orgullo de mis aguas,
cuando en esa misma
marea,
mi aliento desesperaba
en su nombre
Fue sentir que la
soltaba en la tormenta
cuando el corazón descosía
su brecha
y su grito desangrado
se me iba muriendo
Todos los caminos
fueron uno,
eso siempre lo recuerdo,
y de que Dios trajo la
noche como una soga
que se ceñía en mi
garganta
Pero por un minuto en
la nada,
en lo más ofuscado de
lo absurdo,
de lo más alto a lo más
profundo,
se fue perdiendo inexorablemente
en una vorágine de amor
sin rumbo,
una desdichada y sincera
ilusión de tenerla
en mis abiertas y
enamoradas manos
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