miércoles, 16 de enero de 2013

Inmaculada






Todos los caminos fueron uno
Todas las horas, un minuto
Salía de Cádiz una muralla y
en sus adarves, la encrucijada
Llegué a la casa y todo era sombra,
y en la sombra, la noche de sus ojos, inmaculada
El faro se dormía en las tinieblas
Sus manos en mis manos se desvanecían
como espejismo de agua
Sus ojos se apagaban de mi mente
Encendí la luz y no vi sus besos
Sentía la lengua papel reseco
sin sus húmedas palabras
Quise salvarla del orgullo de mis aguas,
cuando en esa misma marea,
mi aliento desesperaba en su nombre
Fue sentir que la soltaba en la tormenta
cuando el corazón descosía su brecha
y su grito desangrado se me iba muriendo
Todos los caminos fueron uno,
eso siempre lo recuerdo,
y de que Dios trajo la noche como una soga
que se ceñía en mi garganta
Pero por un minuto en la nada,
en lo más ofuscado de lo absurdo,
de lo más alto a lo más profundo,
se fue perdiendo inexorablemente
en una vorágine de amor sin rumbo,
una desdichada y sincera ilusión de tenerla
en mis abiertas y enamoradas manos




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