Había unos hombres
sentados en la yerba
Estaban cansados de
hacerse preguntas sin respuestas
Desorientados y afligidos
se miraban unos a otros,
cuando en ese acto
común una voz profunda surgió de la tierra
como si del mismo Dios
se tratara:
-Yo tengo la respuesta
Una soga tremenda
apareció entre sus cuerpos de repente
perdiéndose la otra
punta entre la blanca y espesa niebla
Al unísono llegaron todos
a la misma conclusión:
-Tiremos de ella
La resistencia a sus
esfuerzos era intensa
y no conseguían avanzar
un palmo siquiera
Así pasaron años, los siglos
de su existencia,
sin conseguir definitivamente su propósito
Hasta que un viento aleatorio
de procesos estocásticos
se fue llevando la
blanca, espesa y misteriosa niebla,
mostrándoles a los
hombres aquella otra fuerza de resistencia
Asombrados soltaron la
soga al entenderlo todo
Allí no estaba Dios,
si no ellos mismos, en
la misma yerba, con la misma cuerda
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