lunes, 5 de septiembre de 2011

El miedo de la crisálida






Se desatiende el aire que a veces nos vive
o que otras nos acuna con su seda protectora
El aire amarillo del solsticio que nos sangra
desmesuradamente joven tras la cortina de los años
Tenemos alas donde vuela trémulo el miedo
Ese miedo singular que los ojos reconocen
cuando somos etéreos en el albor de la muerte
Y en la boreal de otro norte nos perdemos a golpes
A golpes de sueños que naufragan como naves
en el ocaso sin astros de laberínticos horizontes
Se desatiende el tiempo que nos reclama
lo poco que nos queda en el talud al abismo
Yo quiero el aire de la vida que me falta
Sacar de los escombros al muchacho no nacido
Quiero volver al óleo y a ese lienzo deshilado
donde brama la mar con el corazón de los barcos
Donde las aves migran al áureo verano adormecido
Sí..., desatendemos el espacio que se desborda
y cada minuto fallece bajo el puñal del olvido
Muchas son las horas de la crisálida enfermiza
y pocos los momentos en que despertamos
para sabernos libres de toda duda y todo dolor




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