Yo tengo una
labor
desmesuradamente
plena,
y
con ello vivo al fin por disiparme
poro
a poro en esa piel blanca de sedienta flor.
Yo
tengo una labor
inexorablemente
acerba,
y
con ello siento el acicate de la espera,
la
funesta cincha de las horas oprimiendo al corazón.
Yo
tengo una labor
que
va camino de su templo,
y
con ello voy hundiéndome en su mar
poco
a poco, por la cura de su boca a mi dolor.
Pero
cuando llegue el día de los besos inundados,
y
el filo de su lengua libere el agua de mis olas,
no
tendremos más distancia que dos cuerpos anegados,
atomizando
la hora homicida, de aquel desvencijado amor