Nos
eliminan desde los cielos,
desde
el asfalto, las estaciones…
Lentamente
Sigilosamente
Subrepticiamente
En
el túnel espiral de las desolaciones:
“Caracola
laberíntica que nadie escucha”
Nos
avisa la pobreza con su carcoma en el seso
o las aristas del hambre chirriando en las tripas
La
locura que, lógicamente, llovizna bajo el paraguas de
todo
lo que pensamos irracionalmente
El
fin de lo pusilánime, con su perfume a mortaja, que
perfora
la sien con proyectiles de percutora tristeza
Y
nos molesta el ruido del mundo:
La
renuencia al bruxismo latente de los casi muertos
El
murmullo maloliente de sus tóxicos insectos
Los
gritos asfixiados de inocentes muñecas rotas, en
manos
de hombres abyectos de corazón irrecuperable
El
agónico llanto de los sueños varados en
las
remotas playas del olvido
El
silbido sepulcral donde se enrosca la muerte
El
corazón abierto de los cisnes que amaron a sus lobos
Hoy
nos fusilan sin fusiles en paredones de silencio
con
discursos cargados de ponzoña invisible
Nos
eliminan a ráfagas de luz
con
la palabra siniestra y embaucadora de los hipócritas
Lentamente
Sigilosamente
Subrepticiamente
Las
calles beben sangre ante tal indiferencia