Beben de la luz amarga del silencioso desecho
Ese lastre de los besos feneciendo en labios abyectos
Y van respirando su nombre desde las orillas imposibles
En esta vacuidad del mundo que descarna su presencia
A las corolas y las aves que inundan el paisaje laberíntico
Y no desatentos se pierden en los espejos de las ciudades
rotas
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