domingo, 22 de noviembre de 2015

El hombre que se mira





No es divisible el hombre que mira
al abismo absurdo de su decadencia
Es plenamente figura entumecida
en esa pandemia que se cierne
sobre las tripas grises de su memoria

Llora en un mar sin retorno
el hombre que se mira

No es invisible ni omnipresente
Su laberinto es una trampa infinible
que separa sus ojos de sus actos
Que traza una alambrada indestructible
entre los sueños y la tierra

Escruta sin pupilas el hombre que se mira

A menudo se mimetiza entre desiertos
Se cercena la ternura con afilado desprecio
Aprende de las ratas a devorar hijos y quimeras
Consuma el suicidio de su antagonismo crónico
en ese templo de idos allende las entrañas
de su rabia digieren los discursos más lúcidos

Llora el hombre en su amargura
a ras de toda esperanza
Pero anida la ira
y regurgita la guerra




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