Sientes el mar cuando respira,
su caracola cercana, tan salvaje y
desnuda
sobre la arena roja de tus latidos
Mi querido amigo… Se llamaba Olvido
Ella que nunca pronunció tu nombre,
y sin embargo prendía en tu corazón
el frío
Esa mujer de sedas que ahora acaricias
cuando la madrugada se descarna de tu
cuerpo...
Tu cuerpo en el espejo, y el suyo en el mío
Y te quedas tan solo que solo queda soledad,
para liberarte de nuevo desde el invierno
a los lienzos del otoño con labios de acuarela
o a la remota costa de los años sumergidos y
hasta la vasta y lluviosa orilla
ennegrecida
en que descansa aquél viejo dragón de arena,
tan maltrecho, vencido, malherido
Y sientes el mar cuando respira,
su caracola cercana, tan salvaje y desnuda
sobre la arena roja de tus latidos
Mi querido amigo… Se llamaba Olvido