Cuando todo se había
perdido, llegaste tú
Me regalaste esa boca
sonriente y amable
Esos ojos desnudos, serenos,
desarmados
Sentía recrecer mis
raíces y brotes nuevos
en aquellas ramas
tristes del árbol solitario
del que todas las noches
el viento superfluo
arrancaba las hojas
soñadoras
Creí volver a la vida
como un pájaro liberado,
rescatado de la pútrida
mentira que descosía la brecha
en ese calor húmedo
tuyo que me desprendía esporas
Volvían a mis dedos las
palabras con tinta de nieve
a este embrionario
escritorio del alma sumergida, cuando
tu dulce lluvia se
sentaba a conversar conmigo
Juntos, le dimos muerte
al espejismo de las ilusiones
Yo me fui recreando en
las olas a tus orillas labiadas
allende vi parir al crepúsculo
un cometa libertario
Volvimos a ser niños
entre caracolas y estrellas
Allí quedamos como
estatuas de arena escrita
cogidos de la mano,
eternamente exonerados
Llegó un día un tren de
niebla a recogerte
Se fue deshilando la
casa, el fuego, la memoria…
Pero eso, como dicen tantos
cuentos, es otra historia